'' Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo''

Gente que me hace feliz.

jueves, 15 de octubre de 2015

Crónica de una despedida


Últimamente te he mencionado mucho, como ya sabrás, aunque tampoco te saqué de mi mente en ningún momento. Quizás con este proyecto de meta tendría que estar tirando cohetes, sintiéndome como si hubiera acabado una media maratón cuesta arriba, o incluso como si hubiera ganado un juego de azar, pero ¡no! No le muestro emoción al asunto, me siento indiferente, como sin notar la lluvia en pleno chaparrón.

Pero también me planteé que me siento así por que estoy acostumbrada a las despedidas, no a aquellas espaciales, sino a las físicas, a despedirme de aquellas personas que estaban conmigo en todo momento y luego resultó que no. (Ya lo veía como una familiar costumbre)

Entonces entendí mi absoluta indiferencia, era como conocer a un nuevo sujeto, y basándote en la experiencia, no mostrarle ni un apego, ni una esperanza, ni un cariño. Por que no sabes cómo acabará, e incluso si acabará.

Por ello recreo mi reacción hacia mi nuevo destino; no sé qué me sorprenderá, si me sorprenderá ni el nivel de mi aguante en pasar la barrera. Por ello mi neutralidad, mi instinto protector para no romper una ilusión.

Pura lógica; si no creas una ilusión, entonces sera imposible romper ésta, ya que no hay ilusión.

Siempre es más bonito que una canción te sorprenda y estar buscando locamente el título, que leer aquel título bonito y ni los acordes del bajo te gusten.

Siempre es más admirable un recuerdo recreado por casualidad que uno fraguado.

Al igual que como tú me decías, abuelo, siempre es mejor el hacer zaping y que te sorprenda una cadena, que (perdón por la palabra), encontrarte la misma mierda todos los días.


Sayōnara

martes, 21 de julio de 2015

Andén diecinueve



Nunca supe lo que se me iba a venir encima. No tengo ya señas de identidad, mi vida ha sido un porvenir de pruebas sorpresas, de exámenes suspensos y de aprendizajes inválidos.


No sé qué hacer con mi vida, era la típica especialista en huir y cuando decidía hacerlo, me hundía en la cobardía y me convertía en profesional de quemar billetes de tren con destinos hacia lugares lejanos, en distanciar las decisiones (¿correctas?), en volver hacia atrás. Mis instantes era constantes movimientos de ajedrez, quizás avanzaba dos pasos hacia adelante y unos tres hacia atrás, quizás un día me hallaba en puro jaque mate y en realidad residía en alma de peón.

Andaba lentamente, y no tenía en consideración si continuaba de verdad en el verdadero camino o no.

Me reputaba impaciente y melodramática, pero sí paciente para andar sobre brasas y no darme cuenta hasta calcinarme, paciente para enamorarme de lo imposible, esperar a lo que nunca iba a llegar, y creer ciegamente en la estúpida fe y el hipotético e ilusorio karma.

De nada sirve escribir de política, economía y ciertos puntos de vista, cuando como decía el gran André Maurois: ''Sólo hay una verdad absoluta: que esta verdad es relativa''

Tampoco de nada sirve escribir sobre rencor, darle vueltas a sucesos decepcionantes y cubiertos de cierto dolo, si el ser humano es así, humillante, antisentimental, animal político, egoísta, retorcido.

Por ello, hoy, no me considero yo misma, que el camino escogido no es el óptimo, que me congelo de andar perdiendo el norte, que cada vez soy más fría.

Me pido constantemente perdón a mí misma por ser así. Por leer las instrucciones antes de jugar al famoso juego de la vida, ya que predomina el entretenimiento y placer sucio, por no conocer bien la estrategia, por caer siempre en la misma piedra y en el mismo pozo sin fin, por sonreír excesivamente en el campo de batalla.
Perdón por ubicarme en este andén diecinueve, no coger mi verdadero tren.
Perdón por seguir aquí, inerte, por muchos empujones que me den hacia la vía.
Perdón por no avanzar, que esta vez no quemaré el billete, que va, que esta vez no miraré hacia atrás, no miraré a los que se encuentran a mi lado con aquella fraudulenta sonrisa.
Perdón por recibir más decepciones, ya llegué a la conclusión que es por mi culpa.

Y sobre todo, perdón por no poder olvidarte, andén diecinueve.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Ice burns

[''En vez de mirar pal cielo
me puse a medir el suelo que me tocaba de andar,
y nunca seguí al rebaño'']


Ella. Sí ella. Hablemos de ella.

Tan sumisa y a la vez tan dominante, un instinto relevante y a la vez rutinario. El día a día con las mismas canciones del disco duro, los mismos auriculares enredados, al igual que su cerebro, un cerebro masoca, perdido, hundido (...)
Las mismas Vans, su mismo pie izquierdo con el cuál despertaba todos los amaneceres, su pelo alborotado, sus extrañas manías y su odiosa risa.

Ella tan fría, podía escribir un relato de mil páginas, (¡o quizás trilogías!) hablando de ella.
Pero sus instantes eran imperecederos, follar sin parar, a lo loco, a lo bestia. Gritar, gritar como nunca, sentir su carácter, sentir sus hercúleas pisadas (...)


A su mayoría de edad le regalaron un libro, de páginas finas y amarillas, de letra perfectamente ornamentada, y numerada sistemáticamente.
¡No sabía que la vida estaba estructurada mediante pautas!
¿Y qué? 

La vida es vivir entre sábanas caóticas, es fumar al ocaso, es gritar por un buen polvo, o cinco o diez, sentir ese tirón de pelo al orgasmo venidero, es quemarte con la arena de la playa y escuchar el mar bravío.

La vida es reír brutalmente, ser melodramático con los mejores chistes, aunque suene irónico. Es sentir la velocidad en el sidecar de una Italika, cantar un gol no esperado, una canción marinera de un barco pirata.
Pero pocos de nosotros nos sometemos a ello, a vivir inagotablemente.

Todos los corderos o todas las personas corrientes iban al mismo sentido, huyendo del frío, dirigiéndose al puro calor desértico de la frontera de México, por ejemplo.

Ella se resistió, tan sumisa, tan dominante, tan rutinaria, quemando las amarillas y finas hojas del manual de instrucciones; con el mechero con el que todas las despedidas del sol prendía aquellos cigarrillos. En contra de aquellos ''corrientes'' dirigiéndose al hielo, al frío, al invierno. Ese invierno que también quemaba.

Amando sus manías, amando sus sábanas caóticas y amando al único hombre que le había devuelto la locura, sorprendente, y sin manual de instrucciones.

Conquistando su invierno.