Querido nadie.
Llevo huyendo toda mi vida, sí, huyendo de cada problema. No sabía afrontar cada piedra, cada obstáculo, cada agujero negro. ¿De qué me sirve tomar determinadas decisiones si ni siquiera soy capaz de saltar en su epicentro? Me han descrito como: ''Aquella chica rebelde la cuál conocíamos su nombre, aquella que iba en contracorriente, sonriendo a la vida y haciendo el pino a lo largo del abismo''. Pero no, hoy puedo decirle al mundo que tengo miedo, que me encantaría escaparme de todo esto, cambiar mi identidad... Recuerdo que un día me caí en marea alta, y en lugar de nadar hacia la isla desierta más cercana, me hundí y estuve conviviendo entre almas nadadoras. Lo sé, siempre huyo, lo admito... Soy indecisa, lo reconozco, nunca se lo que siento, siempre me equivoco. Pero confieso que tengo miedo, que no se qué camino escoger, que me quema la duda. Hoy compré mi billete a París, el cuál no se si algún segundo de mi desordenada vida lo utilizaré, pero me imagino... Vida nueva, croissants por las mañanas, recorrer en una vespa gris la calle del Moulin Rouge, observar la torre Eiffel desde abajo y sentirte pequeña... Pero me estudié a mi misma, y reconocí que no iba a París por que adorara París, sino por que quiero ser suya, quería perderme por sus calles, porque la realidad era que, quería a París, quería ser de su propiedad, París me obsesionó desde el primer día, por una simple coincidencia, por algo que era una casualidad, que no iba a llevar más de una noche en Louvre. Pero luego pensé que aunque tuviera mi billete comprado, y pisara sus avenidas, nunca sería suya, así que me quedé en tierras japonesas, desaparecí en la ciudad de Tokio, con el corazón bien fuerte, y muy en el fondo de mi orgullo dando bandazos por la vida.
